"SI SER NORMAL ES ESPERAR UNA VIDA JAMÁS"

"SI SER NORMAL ES ESPERAR UNA VIDA JAMÁS"

Por Kevin Dirienso Poter - @kevindpoter

Me canse de ser tibio. Me harte de ese juego macabro al que nos someten las grandes ciudades. Me canse de competir con otro para que al fin y al cabo nadie gane y el de arriba siga comiendo pochoclos. Me aturdí de los malos tratos. Me desperté con otra idea y me fui. Me convencí de que está mal, que la ciudad hace mal o al menos no es para cualquiera. Me fastidie. Me aburrí. Pero sobre todo, me decepcione.

Hace un tiempazo largo que vengo sintiéndome un sapo de otro pozo. No es nuevo y como quien hace “el duelo estando en pareja” empecé a despedirme de la ciudad. A prepararme para cambiar de un sopapo una eternidad vivida de un modo que hoy no me conforma y que no me parece correcto. Me voy. Me fui para no terminar detestando la ciudad que me acuno y me crío. Ojo, amo Argentina, jamás pensé que me iría, pero según mi visión se hacen muy mal las cosas y no veo una solución a un problema que a mi criterio es de fondo y forma. No es política la cosa, es cultural y aunque no pueda escapar del mundo (hay cosas que hacemos como personas que me son inexplicables acá, en Hungría y en todos lados, ya vienen con nuestra raza), logre salir de un modelo que no me cuaja para nada. Como dije jamás me imagine fuera de Argentina, pero así fueron las cosas.

Mientras escribo esto, me estoy yendo. Siempre nos estamos yendo. Todavía el ritmo citadino está en mi. Todavía no me fui, aunque hace tiempo no estoy acá. Aún no tengo ni la menor idea si esto lo voy a publicar. Mi única intención era sacar de adentro algo de la mejor manera que sé hacerlo.

Toda la vida creí que para saltar tenía que haber agua. Tuve una vida hermosa. Una infancia feliz y muy recordable. La vida me dio o yo elegí (no lo sé aún) a una madre y un padre que volvería a elegir una y mil veces. Personas que me han dado lo único que un ser humano necesita para crecer sano: Amor. Afecto. Atención y sobre todo nunca dar la espalda. Lo agradezco y lo atesoro siempre. Nunca me falto nada y hoy siento que necesito que me falte y espero se entienda. Necesito saber que no hay, que no hay agua al saltar y que de ser necesario hay que meterle alcohol a la herida.

Nadie entiende la decisión. Hacen como que sí, pero realmente no. Y los entiendo. Trabajo, casa, auto y vida estable es lo que nos enseñan, pero de estabilidad, la vida, no tiene nada. Es un modelo, un modelo repetido, mal aprendido y mal enseñado. Es casi como ancestral, pero para mal.

A mis 28 años, siendo padre me vi en el encierro de esa maqueta de cemento que llamamos ciudad. Me vi fuera de esa competencia implícita que genera vivir a un ritmo desesperante y completamente enfermizo. Sí, esta bueno tener el kiosco a 1 cuadra y que sea un “Open 24 hs.”, pero ¿A qué precio? Sin dudas la pandemia cambió algo y lo agradezco. El encierro nos puso en pausa y personalmente me hizo ir a un entretiempo de mi vida dónde fuera del verde césped, encontré el momento para ver que mi táctica me estaba llevando a perder el partido más importante que jugamos: nuestra vida.  La ciudad, su ritmo y su poca empatía, me estaban haciendo mal y la pandemia me ayudó a darme cuenta de ello. No necesito un “open 24 hs.” A una cuadra, necesito paz, tranquilidad, otra velocidad y sin dudas aire puro. Comida, agua y un pedacito de pasto con tierra que al mojarse desprenda ese olor a libertad.  La decisión estaba tomada.

Uruguay siempre resonó. Fue el primer país que conocí y algo siempre me llamo. Su tamaño, costumbres y formas de vivir son puntos favorables. Pero su riqueza, esa que no se ve, va más allá. En Uruguay me comprometí, con la mujer que luego me case. En Uruguay siento algo que acá no me pasa. No puedo explicarlo. Sin embargo me veía radicado en la hermosa costa del este de grande, siendo abuelo y luego de dedicarle “mi vida productiva y útil” a un vil sistema que nos desangra. Ojo, no soy anti sistema o al menos no de un modo radical. No soy estúpido y se que debemos “formar parte” para acceder a cosas que me parecen indispensables. Estoy en contra de ese sistema que nos quita tiempo de vida. Ya lo dijo el pepe muy sabiamente. No trabajamos por plata, sino por tiempo y la pandemia, por lo menos a mi, me hizo ver que esclavizarte en un trabajo por 8, 10, 12 hs. No tiene nada de valor si lo pagan con un dinero que en realidad no alcanza. Prefiero menos y más tiempo. Y es una regla (la del – es +) que aprendí a entender y que trajo cambios personales muy trasendentales para este nuevo yo que comienza un nuevo camino en un nuevo lugar.

No es fácil mudarse. Estresa y cansa. Te pone los nervios de punta. Ahora imaginen todo eso elevado al cubo. Si mudarse de barrio o de casa genera eso, que pasa cuando emigras. Cuando arrancas de raíz costumbres, sitios, historias, calles y cultura. Cuando decidis cambiar de frente pero rotundamente. Escribo esto a modo descarga, para sacar esa ansiedad que tengo desde ese momento que supimos la fecha, la hora y el dia en el que nuestras vidas cambiarían. Pero acá estamos y saltamos. Saltamos y estamos en el aire, porque todavía no caí. Decidí, como una vez me han dicho, “hacer algo al respecto” y dejar las quejas, para tomar las riendas de mi destino. Saliendo de donde no estoy bien, para llegar al que creo que es mi “lugar en el mundo”.

Escribo esto por desahogo y porque capaz, solo capaz, hay algunx locx como yo al que esto le resuene. Que le llegue justo en un momento de cambios y que leyendo esto pueda conectar consigo mismo para también tomar las riendas y animarse. Con el diario del lunes somos todxs unos sabiondos, pero la vida es una sola y si no te arriesgas hoy, ¿cuándo?. SI no saltas por miedo, ¿vas a soportar toda tu vida por ese simple detalle?. Alejandro Jodorowsky dice que “el futuro no existe, sino que es una etapa consecuente a nuestras decisiones”, es decir que cada unx de nosotrxs va armando, según su camino y sus decisiones, el futuro que quiere. Y hoy puedo verlo y estar de acuerdo.

Tampoco voy a mentir y decirles que esta etapa es linda y disfrutable. Lo es, pero no al 100 %. Hay momentos de miedo, de un miedo aterrador que paraliza pero que no debe dominar. Hay días de melancolía, de presión en el pecho y de una ansiedad que espanta hasta al más valiente de los gladiadores. La turbulencia es permanente y el día a día agotador. Cambiar de nación es mucho más que un sello en el pasaporte, es una decisión radical en donde a modo remolino van ingresando tus sueños, miedos, proyectos, anécdotas, recuerdos, familiares, amigos, historias, lugares, etc. Pero la vida también es eso y sentirlo es estar vivo.

Sin embargo quiero decirte a vos, si estás leyendo esto, que te animes, que saltes, que todo (menos morir) tiene una solución y que nunca es tarde hasta que se hace tarde. El tiempo siempre es ahora, es cuando lo sientas y si tu corazón así lo dicta es porque es por ahí. SI estas por emprender, por mudarte, por dejar una carrera, por renunciar, por dejar una relación, por empezar algo totalmente nuevo, hacele caso a tu corazón que de bobo no tiene nada y te sabrá guiar para darte una de las cosas más importantes que necesitas: paz y tranquilidad.

Me estoy yendo y aún no me fui, aunque vuelvo a decir que hace mucho ya no estoy acá. Es muy loco y difícil de explicar, pero mi espíritu viajo en Enero pasado conmigo a mi nueva tierra y no volvió. El que regreso ese febrero caluroso fue mi envase, pero mi verdadero yo está allá, esperando hace meses que el tiempo pase, para reencontrarme entre ese olor a naturaleza del monte y ese ruido inconfundible del mar. Allá voy para volver a unirme y seguir escribiendo los capítulos que me faltan de mi historia y para cerrar esta nota, vuelvo al título, "si ser normal es esperar una vida jamás", tal y como dice Tribu Falasha.