Trabajadoras de la tierra

Las mujeres rurales son agentes clave para conseguir los cambios económicos, ambientales y sociales necesarios, pero se enfrentan a muchos retos para poder desarrollarse, tienen difícil el acceso y la asistencia sanitaria, social, educativa, que encima se han visto profundizadas ahora en medio del contexto de pandemia por el coronavirus.
La pandemia ha desnudado la urgencia de algunas cuestiones que varios gobiernos no han tenido intenciones de resolver. En este sentido el sector más pobre del campo también ha sido unas de la victimas bastantes atropelladas por el aislamiento, la crisis sanitarias agravados además por las crisis mundiales —económica y alimentaria— y el cambio climático .
Las mujeres campesinas y las trabajadoras rurales en estos contextos son las que cargan en sus espaldas con un triple peso estos problemas. Ante estas complejas situaciones surge en las mujeres de estos sectores, la urgencia y la necesidad de empoderarse. Que a su vez no sólo es fundamental para el bienestar de las personas, familias y comunidades rurales, sino también para la productividad económica general, dada la amplia presencia de mujeres en la mano de obra agrícola mundial, nacional y por supuesto provincial.
Las mujeres campesinas o trabajadoras rurales, sufren subordinación y exclusión de muchos espacios políticos, laborales, sociales y culturales, de manera muy violenta.
La discriminación por género, clase y etnia es parte de la estructura nacional capitalista y patriarcal. En la actualidad, son evidentes los datos que reflejan la situación subordinada y excluyente que ocupan estas mujeres en particular.
Entre las problemáticas a las que se enfrentan estas mujeres son por ejemplo la falta de acceso a los sistemas y las tecnologías de riego (véase la situación del agua en San Juan en el post Agüita pura para frenar el saqueo del agua a los pueblos) los accesos a la tierra para producir, la falta de insumos, herramientas y maquinarias, todo esto genera un circulo de complicaciones y obstáculos para la mujeres que trabajan o producen la tierra.
Por suerte el feminismo logra penetrar en todos los ámbitos, espacios y ambientes en el que nos relacionamos las mujeres, y en los sectores empobrecidos del campo logra entrar con el objetivo es empoderar a las mujeres rurales para que puedan reclamar sus derechos a la tierra, el liderazgo, las oportunidades y elecciones, y participar en el diseño de leyes, políticas y programas. Todo apunta a que de esta manera se impulsa la productividad, se mejora el crecimiento y aumentan las perspectivas de desarrollo para las generaciones actuales y futuras.
Es un acierto como vienen luchando los movimientos sociales rurales en sus espacios de mujeres, logrando que fruto de la lucha se conquisten leyes y políticas que promuevan la igualdad de derechos, oportunidades y participación.
Estas organizaciones sociales y políticas que nos regalan los feminismos han permitido a muchas mujeres rurales beneficiarse del comercio y las finanzas, comercializar sus bienes y contribuir firmemente al crecimiento económico inclusivo. Además, conquistar políticas de cuidado para liberar el tiempo de las mujeres e impulsar su plena participación en el mercado laboral.
Haciendo eco en la importancia que es incluir un enfoque de género en las políticas de desarrollo productivo, especialmente laes políticas agrícolas y de desarrollo territorial.
Bruja Vale
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